miércoles, 4 de septiembre de 2013

Abrahán un ejemplo sobresaliente de fe (parte 1)


Abrahán un siervo de Dios ejemplar

¿QUIÉN FUE ABRAHÁN?

 POCOS hombres gozan de tanta admiración entre judíos, musulmanes y cristianos como Abrahán. Algunos han descrito a este patriarca como “un gigante de la Sagrada Escritura”. Otros lo consideran “el gran modelo de fe”. Y la Biblia lo llama “el padre de todos los que tienen fe” (Romanos 4:11).



 Pero ¿por qué se le estima tanto? Porque es el único ser a quien la Biblia llama amigo de Dios... y no solo una vez, sino tres (2 Crónicas 20:7, nota; Isaías 41:8; Santiago 2:23). ¡Qué gran honor!

 Aun así, Abrahán no era tan diferente de nosotros. El también sufrió muchas de nuestras dificultades. Sin embargo, supo enfrentarse a ellas. ¿Quiere saber cómo lo logró? Analicemos primero qué más dice la Biblia sobre este ejemplar siervo de Dios.

Sus antecedentes religiosos

Abrahán nació en el año 2018 antes de nuestra era y creció en la grande y próspera ciudad de Ur (Génesis 11:27-31). Allí era muy común adorar ídolos. Parece que hasta su propio padre, Taré, lo hacía (Josué 24:2). Pero Abrahán, en vez de rendir culto a las imágenes inertes de otros dioses, prefirió adorar únicamente a Jehová.

 ¿Qué lo llevó a tomar esa decisión? Sabemos que fue contemporáneo de Sem —un hijo de Noé— durante ciento cincuenta años, así que es posible que se conocieran y pasaran tiempo juntos. Si ese fue el caso, puede que el anciano Sem le contara cómo sobrevivió al diluvio universal y que le hiciera comprender la importancia de adorar a Jehová, el Dios que los había conservado con vida a él y su familia.

Sea que Abrahán haya conocido al Dios verdadero por Sem o por cualquier otro medio, la cuestión es que lo que aprendió dejó huella en él. Y cuando Jehová—“el examinador de los corazones” vio sus buenas cualidades, lo ayudó a potenciarlas (Proverbios 17:3; 2 Crónicas 16:9).

Su vida

Abrahán llevó una vida plena y emocionante, un poco complicada a veces, pero nunca vacía y superficial. Repasemos algunas de sus vivencias.

 Cuando él vivía en Ur, Dios le mandó mudarse al lugar que le mostraría. Ni Abrahán ni su esposa conocían todos los detalles: no sabían adónde irían ni por qué Dios les había pedido que abandonaran su patria. Aun así obedecieron y llegaron a vivir gran parte de su vida en tiendas como residentes forasteros en la tierra de Canaán (Hechos 7:2, 3; Hebreos 11:8, 9,13).

 Cuando Abrahán y Sara todavía no tenían hijos, Jehová prometió formar una gran nación con sus descendientes y bendecir a todas las familias de la Tierra por medio de Abrahán (Génesis 11:30; 12:1-3). Tiempo después confirmó esta promesa al indicarle a Abrahán que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas de los cielos (Génesis 15:5, 6).


 Abrahán tenía 99 años y Sara casi 90 cuando Jehová les prometió que tendrían un hijo. Tal vez esto parecía imposible desde el punto de vista humano. Pero Abrahán y Sara comprendieron poco después que no hay cosa “demasiado extraordinaria para Jehová” (Génesis 18:14). Un año más tarde, cuando Abrahán tenía 100 años, nació Isaac (Génesis 17:21; 21:1-5). Dios prometió que toda la humanidad se beneficiaría enormemente a través de este hijo.

 Algún tiempo después, Jehová le hizo una petición poco usual a Abrahán: le pidió que sacrificara a su amado hijo Isaac, aunque este todavía estaba soltero y sin descendencia. Por mucho que le doliera a Abrahán la perspectiva de perder a su hijo, estuvo dispuesto a obedecer y ofrecerlo como sacrificio. Estaba convencido de que Dios podría resucitarlo a fin de cumplir su promesa (Hebreos 11:19). Pero justo cuando iba a sacrificar a su hijo, Dios intervino para que Isaac no muriera. Luego, Jehová felicitó a Abrahán por su excepcional obediencia y le confirmó las promesas que le había hecho (Génesis 22:1-18).

Abrahán murió a la edad de 175 años, según indica la Biblia, “en buena vejez, viejo y satisfecho” (Génesis 25: 7, 8). De este modo se cumplió la promesa divina de que disfrutaría de una vida larga y de que moriría en paz (Génesis 15:15).

Su legado

Abrahán no es como cualquier otro personaje religioso o histórico de la antigüedad. Todavía hoy se le recuerda, y es un magnífico ejemplo que nosotros podemos imitar (Hebreos 11:8, 10, 17-19). A continuación analizaremos cuatro de sus grandes virtudes. Empecemos por la más conocida para muchos: su fe.


ABRAHÁN UN HOMBRE DE FE

De pie en la plácida noche, Abrahán observa el cielo estrellado. Seguramente recuerda la promesa que Dios le ha hecho de darle una descendencia tan numerosa como las estrellas (Génesis 15:5). Para él, estas no solo constituyen un recordatorio visible de esa promesa divina, sino también una garantía de que se va a cumplir. Si Jehová pudo crear el inmenso universo, ¿no va a ser capaz de darles un hijo a él y a Sara? ¡Qué buen ejemplo de fe!

¿QUÉ ES LA FE?  Según la Biblia, una persona de fe cree firmemente en algo que no ve porque tiene pruebas sólidas para hacerlo. Así pues, quien tiene fe en Dios está tan convencido de que Jehová cumplirá sus promesas que ya las da por hechas.

¿CÓMO MANIFESTÓ ABRAHÁN ESTA CUALIDAD?  Probó que creía en las promesas divinas. Por fe dejó el país donde había nacido, seguro de que Jehová le mostraría otra tierra. Por fe anduvo errante por Canaán, seguro de que sus descendientes acabarían siendo los dueños del lugar. Y por fe obedeció a Dios y estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac, seguro de que, de ser necesario, Jehová podía resucitarlo para cumplir su promesa (Hebreos 11:8, 9, 17-19).

Se concentró en lo que le esperaba, no en lo que dejaba atrás. Es probable que la vida de Abrahán y Sara fuera más cómoda en Ur que en Canaán. Pero “ellos no estaban pensando en la patria de la que salieron” (Hebreos 11:15, Nueva Biblia al Día). Prefirieron concentrarse en cómo los bendeciría Dios a ellos y sus descendientes (Hebreos 11:16).

¿Se equivocó Abrahán al manifestar fe en Dios? Claro que no. Jehová cumplió todas y cada una de las promesas que le hizo. Los descendientes de Abrahán se volvieron tan numerosos que con el tiempo formaron la nación de Israel. Además, los israelitas acabaron estableciéndose en Canaán, la tierra que Dios había prometido a Abrahán (Josué 11:23).

¿QUÉNOS ENSEÑA SU EJEMPLO?  Que podemos tener fe en que Jehová cumplirá sus promesas. Aun cuando algunas parezcan imposibles desde la perspectiva humana, debemos confiar en que “para Dios todas las cosas son posibles” (Mateo 19:26).

De Abrahán también aprendemos que no debemos concentrarnos en lo que hemos dejado atrás, sino en las cosas buenas que esperamos. Eso es lo que trata de hacer Jason, un hombre que está completamente paralizado debido a una grave enfermedad degenerativa. “Reconozco que a veces pienso en lo que antes podía hacer y ahora no —dice—. Extraño sobre todo algunas cosas pequeñas de la vida, como poder abrazar a mi esposa, Amanda.”

Sin embargo, Jason tiene fe en que Jehová cumplirá promesas como la de convertir toda la Tierra en un paraíso y conceder vida eterna y buena salud a todos sus siervos fieles (Salmo 37:10, 11, 29; Isaías 35:5, 6; Revelación o [Apocalipsis] 21:3, 4). El mismo explica: “Me esfuerzo por recordar que una vida mejor está por venir y que pronto desaparecerán el estrés, la ansiedad, la tristeza y los sentimientos de culpa”. ¡Qué magnífico ejemplo de fe como la de Abrahán!

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